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La rivière de notre enfance...

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Château d'Eau...

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Place de la République, Paris ... 1829 Christophe Civeton,  Château d'Eau

Tristezas de la luna

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Esta noche la luna sueña con más pereza, Cual si fuera una bella hundida entre cojines Que acaricia con mano discreta y ligerísima, Antes de adormecerse, el contorno del seno. Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes, Moribunda, se entrega a prolongados éxtasis, Y pasea su mirada sobre visiones blancas, Que ascienden al azul igual que floraciones. Cuando sobre este globo, con languidez ociosa, Ella deja rodar una furtiva lágrima, Un piadoso poeta, enemigo del sueño, De su mano en el hueco, coge la fría gota como un fragmento de ópalo de irisados reflejos. Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz. Charles Baudelaire

A Dionisios Solomos... (poeta)

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Sous le ciel de Paris...

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El libro

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El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido en un laberinto de viejas callejas junto a los muelles, que olían a extrañas cosas venidas de ultramar, entre curiosos jirones de niebla que dispersaba el viento del oeste. Unos cristales romboidales, velados por el humo y la escarcha, apenas dejaban ver los montones de libros, como árboles retorcidos pudriéndose del suelo al techo… huellas de un saber antiguo que se desmoronaba a precio de saldo. Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas cogí el volumen más cercano y lo leí al azar, temblando al ver las raras palabras que parecían guardar algún arcano, monstruoso, para quien lo descubriera. Después, buscando algún viejo y taimado vendedor, solo encontré el eco de una risa. H. P. Lovecraft

El niño yuntero

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Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado. Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja ya y encallecida. Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la corteza de su madre con la yunta. Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra, y a dar fatigosamente en los huesos de la tierra. Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador. Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvia y se alhaja de carne de cementerio. A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una ambición de muerte despedaza un pan reñido. Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura. Y como raíz se hunde en la tierra lentamente