Pintor de sombras (VII)

Caravaggio, "Baco enfermo" o "Bacchino malato"
Caravaggio, Baco enfermo o Bacchino malato (1593 - 1594)
Autorretrato
Óleo sobre lienzo
67 x 53 cm
Roma, Galleria Borghese


La fiebre romana, la peste -o como quiera que se llamase la epidemia que barrió toda la Península Itálica y se hizo dueña de su cuerpo- lo consume, lo debilita, le deja las ojeras y la piel amarillenta que estás viendo, porque él mismo se autorretrató así, aquí en su Baco enfermo o Bacchino malato.

Que de la calle lo había recogido Antiveduto Gramática, un viejo amigo del taller de Lorenzi, pero ahora que apenas si ha pasado tiempo está tirado en el suelo de un sótano oscuro y hediondo en medio de la marea enferma de gente a la que, como a él, unos brazos sanos abandonaron allí para morir.

Es el hospital de Santa María de la Consolación, al que van los pobres a agonizar donde poco molesten.

Es el infierno.

Y hasta en el infierno un hombre lo reconoce. El prior.

El prior de Santa María de la Consolación.

Y lo rescata. Y lo pone en manos de unas monjas que, si no lo curan, al menos lo salvan, que las secuelas de la enfermedad (dolores de vientre y de cabeza) las padecerá hasta una noche que está por llegar y que será de julio, de 1610, y en Porto Ercole.

Pero antes saldrá -después de seis meses- del hospital y, cuando esto suceda, le estará esperando el estudio del Cavalier d’Arpino… 

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